miércoles, 2 de abril de 2008

Querida:


¿Estarás ahí esperando en las puertas del mañana, cuando cierre mis ojos para siempre; o revivirás desde el caos en mi mente, donde estamos ligados por la eternidad? Y es en este pensamiento vago y perdido, donde la añoranza más pura de desear permanecer contigo, una duda se hace presente ¿Es acaso en el tierno roció del amanecer de primavera qué mis rosas marchitas serán triste testimonio de vuestro fallecimiento, y con ellas mis lágrimas suicidas arrojadas al vació, tan sólo un sacrificio perenne? ¡ah largo tiempo tu ausencia ha quebrado mis palabras! Tanto así que en ellas el silencio a vencido, ¡Oh dulce amada, nunca mi lecho fue más solitario, nunca mis sabanas tan vacías; sólo quieta paz en mi cama!

¡La triste luna, la solitaria estrella! aquel firmamento entristecido de temor y sufrimiento; un pesar acongojado ¡El Lamento Incluso! ¡Oh dulce amada, arrebataste del placer la vendimia, ni el vino, sangre de mi tierra, llena de vida esta botella!

Es del camino un rosal maldito, tortuoso e hiriente; se enredan las ideas, la mente divaga y pierdo el hilo de mis sentimientos. Oculto y olvidado dejas a un lado la senda blanquecina ¡Todos es oscuro, todo es innecesario!

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